Días sin fin y noches que nunca vienen.
Un tiempo de la luz perpetua y nunca la oscuridad de la noche.
He aquí una ciudad en la que La Luz de Dios nunca se pone, bañado
siempre en Santa Luz de Dios y las tinieblas del mal nunca acosa.
Por Dios, Él mismo, deberá ser la luz de los mismos y los Santos Santos serán su pueblo.
El Cordero de Dios, Jesucristo, será el Templo y las verdades de Dios se derramará como un río reposición de todas las tierras.
La verdad pura reinará allí y nunca la sombra de cualquier mentira jamás.
Un lugar lleno de sabios y santos sacerdotes que ministran a todas las
ciudades y pueblos de todas las tierras desde un extremo del universo al
otro.
Porque Dios reinará para siempre con la luz de la verdad como su cetro y su reino no tendrá fin.